En mayo de 1889, el vapor “Leerdam” zarpó de Amsterdam y luego de un viaje de cuatro semanas, llegó a Buenos Aires trayendo consigo a un grupo de inmigrantes holandeses, quienes luego se trasladaron en tren hasta Tres Arroyos y en carretas hasta el campo “La Hibernia”, en cercanías de Nicolás Descalzi (actual partido de Coronel Dorrego). Poco después, el mismo vapor volvió a depositar en Argentina otra oleada de colonos, que terminaron instalándose en Micaela Cascallares, en la llamada “Colonia del Castillo”.
Los inmigrantes traían consigo la esperanza de mejorar sus condiciones de vida y una cultura marcada por el convencimiento de que la fe, la educación y la cooperación mutua debían ser las bases para desarrollarse en estas nuevas tierras. Es así que, luego de atravesar un duro período de acomodamiento, comenzaron a proyectar un futuro para sus descendientes y a trabajar en conjunto para crear instituciones que les permitieran conservar su cultura, valores y tradiciones.
El primer antecedente documentado de una labor educativa se sitúa en el año 1906, cuando una familia holandesa comenzó a dictar clases a niños del vecindario, en su casa de San Cayetano, incluyendo clases de lectura, escritura, aritmética y manualidades, sumado a la lectura de la Biblia y el canto de himnos. Sin embargo recién en el año 1908 se comienza a organizar una educación sistemática cuyo primer resultado se produce en 1911 con la apertura de un curso de idioma holandés.
No sólo preocupaba a los colonos el dominio del español, sino también el estado de abandono en el que se encontraban los inmigrantes con relación a la fe cristiana. Es así que luego de varias gestiones llevadas adelante con la Iglesia Reformada en Holanda, fue enviado en 1908 el Dr. Van Lonhkuyzen para organizar la situación existente en lo relativo a enseñanza escolar y eclesiástica. En noviembre de 1912 llegó desde Holanda el Sr. Sjoupke Rijper, maestro con diploma de director, quien ocuparía el cargo de rector del colegio a crearse y la función de “anciano-enseñador” de la congregación.
El 1 de marzo de 1913 se inauguró formalmente el primer colegio bilingüe holandés – castellano, el cual llegó a contar en esos años con un grupo de treinta y seis alumnos, compuesto por niños de padres argentinos y de padres holandeses. Entre 1916 y 1919 ingresaron hijos de agricultores holandeses provenientes de San Cayetano. El establecimiento funcionó hasta fines de 1919, año en el que cerró sus puertas por falta de recursos humanos y económicos, produciéndose un período prolongado de inactividad.
En 1925 se produce una nueva corriente migratoria compuesta por un número importante de familias de origen holandés a la región y con ellos se reaviva la necesidad de contar con un espacio para la formación de sus hijos. A tal fin, en el año 1934 se conforma la Asociación Escolar, la cual tendría a cargo la difícil tarea de poner en marcha el proyecto. Como resultado de las gestiones llevadas adelante por la Asociación, se produjo la apertura en 1936 de una escuela en el campo, y posteriormente en 1937, comenzaron a desarrollarse las actividades educativas también en la ciudad, provisoriamente en el salón de cultos de la Iglesia Reformada. En esos años la escuela estuvo a cargo de Nicolás de Koning y en el año 1939 fue reemplazado por el querido y recordado Cornelio “Meister” Slebos.
Con el propósito de mejorar la calidad de la enseñanza, en 1943 se unificaron las dos escuelas y se incluyó un servicio de internado para los niños que venían de lejos, ubicado en una propiedad alquilada en avenida Belgrano al 800.
El 2 de abril de 1946 fue inaugurado formalmente el Colegio Holandés en el predio que ocupa en la actualidad, denominado en ese entonces la “Quinta de Ferrario”, comprendido entre las calles Carlos Pellegrini, Olavarría, Juan B. Istilart y Alvear. La escuela contaba con un aula de 6 x 8 metros, dos aulas de 4,40 x 6,50 metros, un hall de 4,25 x 6,50 metros, dos baños para alumnos y una vivienda (el “Chalet de Ferrario”) destinado a utilizar como internado. Con el correr del tiempo y el crecimiento de la matrícula, la escuela siguió incorporando servicios e infraestructura (en 1977 se construye el nuevo internado, en 1985 El Fanal, 1987 el Jardín Semillitas, en 1996 el Jardín Maternal, nuevas aulas, nueva recepción, playón para práctica de deportes, etc).
Desde sus orígenes, el Colegio fue concebido como un establecimiento bilingüe castellano-holandés con servicio de internado. Sin embargo, con el correr de los años y respondiendo a las necesidades de la comunidad educativa, se incorporó la enseñanza del idioma inglés, que paulatinamente fue reemplazando al holandés. De la misma manera, los cambios en la dinámica familiar tornaron innecesario el servicio de internado, y las instalaciones se readecuaron para la apertura del Jardín de Infantes, manteniendo el servicio de comedor.
En 1999, como consecuencia de las reformas educativas impulsadas por el gobierno se gestionó la creación y apertura del nivel polimodal, actualmente nivel secundario, quedando así conformado un colegio que ofrece a las familias continuidad educativa para sus hijos.
Tal y como lo hicieron los inmigrantes fundadores, quienes estamos al frente del Colegio Holandés en la actualidad seguimos trabajando en pos de los mismos ideales, aquellos que le dieron el prestigio que caracteriza a la institución dentro de la comunidad: lograr una formación integral de los alumnos, sobre la base de una preparación académica de excelencia, la enseñanza de valores cristianos y un ambiente familiar, de cooperación y respeto mutuo.